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Por qué a los perros les gusta revolcarse



Los perros tienen una obsesión incomprensible por revolcarse en sustancias que huelen mal. Puede ser que sea parte de una forma de comunicación entre los animales que apenas estamos empezando a entender.

Eso es lo que le pasaba al investigador Simon Gadbois cada vez que llevaba a su border collie Zyla a sus viajes de estudios.

Mientras él analizaba a los animales salvajes en Nueva Escocia, en Canadá, su perra Zyla de repente se paraba, pegaba el hocico al suelo y, antes de que Gadbois pudiera hacer algo, se revolcaba entusiasmada en la tierra hasta que el olor lo dominaba todo.

"En caso de que nunca hayas olido caca de castor antes, es horrible, realmente asqueroso y se siente durante varias semanas", dice Gadbois.

Gadbois, dedicado al estudio del comportamiento animal de los lobos, zorros y coyotes salvajes en Canadá, había entrenado a Zyla para que lo ayudara a encontrar a los animales. Pero por alguna extraña razón, su perra también disfrutaba de revolcarse en excrementos de castor.

"Más allá de lo que yo quisiera, ella iba a hacer eso. Uno pensaría que aquella costumbre podía interferir en su capacidad de oler y rastrear a otros animales, pero realmente no afectaba ni un poco a su rendimiento", dice Gadbois.

Esta situación que puede sonarle familiar a la mayoría de los dueños de perros: tu querida mascota vuelve con un olor terrible después de revolcarse en excrementos.

Gadbois ha pasado gran parte de su carrera intentando comprender cómo los perros, así como otros miembros de la familia de los cánidos, experimentan el mundo a través de sus narices. De todos modos, hasta él puede, por momentos, sentirse desconcertado.

Estas son algunas de las explicaciones.

Herramienta de caza

Los humanos domesticaron a los perros a partir de los lobos hace 23.000 años, y a partir de entonces empezamos a convivir con ellos.

Pero, a pesar de esta larga historia compartida, es sorprendente que haya tan poca investigación sobre los motivos que hacen que los perros disfruten de revolcarse en las heces de otro animal.

Una de las principales teorías es que esa tendencia a embadurnarse es simplemente un resabio evolutivo de sus días como depredadores salvajes.

Si es así, aunque les hayamos enseñado a sentarse, quedarse quietos y tirarse a un costado, parece que no hemos podido suprimir este apestoso instinto básico.

"Puede haber tenido una función muy importante en algún momento hace mucho tiempo. Con el tiempo, esa función ha desaparecido, pero todavía lo hacen", dice Gadbois.

  Lobos.

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