Si reflexionamos sobre el sentido del dolor, una experiencia ancestralmente desagradable y eminentemente subjetiva, tendrĂamos que aceptar que forma parte fundamental de nuestra fisiologĂa; que se trata de una entidad compleja cuyo fin es nuestra supervivencia.
El dolor se nos revela como un necesario y sofisticado sistema de alarma destinado a avisar en aquellas situaciones en las que nuestro organismo estĂ¡ sufriendo un daño, ya sea fĂsico, emocional o potencial. ¿Para quĂ©? Para que intentemos ponerle soluciĂ³n: reposar, inmovilizar la parte afectada, curar una herida… ¿Y si no podemos resolverlo de forma autĂ³noma? Lo habitual serĂ¡ que intentemos avisar a aquellos que puedan aliviarlo por nosotros.
Podemos ver aquĂ una clara cadena comunicativa: primero una interna, que ocurre dentro de los confines de nuestro organismo, y despuĂ©s una externa, entre nosotros y esa persona que nos ayudarĂ¡.
Sufrimiento silencioso
Pero veamos quĂ© ocurrirĂa si cambiamos las reglas del juego. ImaginĂ©monos a una de las millones de personas en todo el mundo que conviven con patologĂas neurolĂ³gicas severas: sufren predisposiciĂ³n al dolor y, ademĂ¡s, tienen mermada su capacidad de expresiĂ³n. Es el caso de los pacientes con parĂ¡lisis cerebral. La experiencia dice que, en muchos casos, sufren sin poder comunicarlo.
Este padecimiento es un gran problema extensible a la comunidad clĂnica y asistencial que da apoyo a esas personas, quienes demandan una soluciĂ³n urgente. A fin de cuentas, el autoinforme – el testimonio de quien padece el dolor– es el “patrĂ³n de oro” para evaluarlo.
No hay un termĂ³metro para el dolor
Tanto es asĂ que a dĂa de hoy no existe ninguna prueba mĂ©dica o bioensayo capaz de detectar la presencia de dolor ni su intensidad. No hay, por decirlo de algĂºn modo, un termĂ³metro para el dolor. Lo mĂ¡ximo que podemos hacer, a falta de autoinforme, es observar el comportamiento o la expresiĂ³n facial de la persona que sufre e intentar adivinar. No olvidemos que la evoluciĂ³n nos ha beneficiado con diversos mecanismos empĂ¡ticos para ello.
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