Antonio Caballero tenĆa siempre la capacidad de mirar un hecho periodĆstico o histórico desde un Ć”ngulo que a casi nadie se le ocurrĆa. Tal vez ahĆ radicaba la genialidad de su pluma, tanto en sus columnas de opinión y libros como en sus inolvidables caricaturas.
Cuando publicó, por ejemplo, su libro Occidente conquistó el mundo..., Caballero buscó, quiĆ©n sabe en dónde –porque
esa era otra de sus singularidades: sorprender con los datos mƔs
insólitos–, cómo habĆan hecho los reformadores cristianos del calendario
para hacer coincidir el aƱo uno (aproximadamente) con la fecha del nacimiento
de Cristo.
ra un hombre de muchas pasiones y un bon vivant a carta cabal. El anĆ”lisis de la situación polĆtica y
social del paĆs, el amor por la historia, el arte, la pintura, la fiesta
taurina, la tertulia y el buen comer definen, en algo, la misteriosa personalidad
del genial periodista, que falleció a
los 76 aƱos en BogotƔ, por complicaciones de salud.
Y si hubiera que seguir desentraƱando sus trucos
narrativos, otra de las caracterĆsticas de la pluma de Caballero era su
maravillosa capacidad para ir tejiendo frases –una tras otra– de manera
hipnótica, que obligaban al lector a llegar al final del texto. El sueño
anhelado de todo escritor y periodista.
Un talento que cultivó gracias a dos de sus
mayores placeres: los libros y la lectura, como se lo dijo alguna vez a este
diario en una entrevista: “Son muchos placeres. Desde el del simple ruido
(hablando de los tĆtulos, que deben sonar bien) hasta el del sentido. Para
resumir: la mĆŗsica y la letra”. Caballero construĆa sus textos con la
meticulosidad de un compositor de música clÔsica.
Antonio Caballero HolguĆn era, sin duda, un patente ejemplo del
‘cachaco pura sangre’. Una impronta que no podĆa esconder, desde cuando llegó a
este mundo el 15 de mayo de 1945, al hogar conformado por el cƩlebre escritor Eduardo
Caballero Calderón con Isabel
HolguĆn.
Al remontar su Ć”rbol genealógico quedan clarĆsimo
dos hechos: Caballero era mƔs bogotano que el ajiaco santafereƱo, y su amor por
la tinta y la polĆtica era algo que venĆa en sus genes desde antes de nacer.
Sin duda, Antonio Caballero nació en una cuna privilegiada que le permitió una formación exquisita, al lado de sus hermanos, el gran artista Luis Caballero (1943-1995) y la también escritora Beatriz Caballero.
Sus aƱos de infancia los pasó entre el Colegio Ramiro de Maeztu en Madrid (EspaƱa) y la imponente casona de patios interiores de la hacienda familiar en la población de Tipacoque, BoyacĆ”. Eran los aƱos de la violencia, cuando ademĆ”s se dio el cierre de EL TIEMPO, donde trabajaban su padre y su tĆo, Lucas Caballero Calderón (Klim), otra de las personas influyentes en su vida.
TenĆan en comĆŗn un sentido del humor singular, el amor por el encierro en sus residencias, rodeados de grandes bibliotecas, y la supuesta manera de ser cascarrabias, que en realidad escondĆa a entraƱables seres humanos. Sus amigos lo sabĆan perfectamente.
Caballero estudió su secundaria en el Colegio Mayor de Nuestra SeƱora del Rosario y en el Gimnasio Moderno, el colegio fundado por el cĆ©lebre educador y pariente suyo AgustĆn Nieto Caballero, de donde se graduó como bachiller.
Aunque se interesó en el derecho, que comenzó a estudiar en la Universidad del Rosario, el viaje a ParĆs, al lado de un cargo diplomĆ”tico en el que fue designado su padre, lo llevó a interesarse en la ciencia polĆtica.
Esos aƱos en Europa fueron definitivos para las posiciones ideológicas con las que se identificarĆa luego Caballero HolguĆn. Vivió de primera mano el fenómeno de mayo del 68 y siguió con particular interĆ©s la revolución cubana.
En esos aƱos, ante el cierre de las universidades en la Ciudad Luz, el joven columnista alternaba tambiĆ©n sus estudios con su don artĆstico como caricaturista. HabĆa comenzado a publicar desde 1963 en EL TIEMPO. Su inolvidable serie ‘Cartones’, que salió en este diario hasta 1974.
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